domingo, 2 de junio de 2013

Review de El día de los muertos
   
 A principios de la década de los ochenta, el de George Romero era un nombre en boca de todos. Nadie ponía en duda el valor de una cinta como La noche de los muertos vivientes (1968), y el impresionante éxito comercial y crítico de su secuela, El amanecer de los muertos (1979), lo situaba en la mira de los grandes estudios una vez más. Por eso no fue raro que los de Laurel Films le ofrecieran un suculento trato para hacer la nada desdeñable cantidad de tres películas. Además, la productora ofreció unas condiciones soñadas para este director (y cualquiera): las primeras dos películas podían ser las que Romero quisiera, y tendría total libertad para hacerlas a su antojo. La única condición que imponían era que la tercera cinta fuese una nueva entrega de su ya famosa saga de zombis. No se puede negar que Romero cumplió: tras la bizarrada que fue Los caballeros de la moto (1981) y posterior a su colaboración con Stephen King en Creepshow (1982), la factoría romeriana produjo su tercera película de cadáveres ambulantes, titulada muy apropiadamente El día de los muertos (1985).
 El día de los muertos supone un gran salto adelante en lo que a cintas de zombis se refiere. A diferencia de las dos partes que la precedieron, esta tercera entrega estaba destinada a ser una película épica y de un tratamiento que sólo el gran poder financiero de un estudio puede dar. Las ambiciones de Romero, sin embargo, quedarían un tanto decepcionadas, pero de eso hablaremos más adelante. Lo que importa aquí es que Romero consigue, con menos recursos de lo esperado, no sólo una épica de zombis que en nada desmerece a las dos obras maestras que vinieron antes, sino que además, es la última cinta de este sub-género que pudo ser tomada "en serio".
 Si su primera película era una metáfora sobre la desconfianza inherente al ser humano y la segunda una cruel sátira a la cultura de consumo, esta tercera parte representa un fiel paralelo al militarismo y al condicionamiento del hombre por el hombre. Romero nos sitúa unos cuantos años en el futuro, en un planeta Tierra completamente devastado por los muertos vivientes, con unos cuantos refugiados sepultados en una gigantesca base subterránea de Florida. En este lugar, tres grupos humanos luchan por sobrevivir e imponerse uno al otro. Por un lado, los militares, liderados por el capitán Rhodes, quienes opinan que deberían salir y abrirse paso entre las hordas caníbales a tiro limpio, eliminando cuanto se atraviese en su camino. A ellos se enfrentan los científicos, al mando del doctor Logan (apodado "Dr. Frankenstein") quien cree que los zombis deben ser estudiados para encontrar la manera de volverlos inofensivos al hombre. En medio de estos dos grupos están los pilotos, entre ellos Sarah, nuestra protagonista. Los pilotos no son más que los mandaderos de científicos y militares, pero no tardan en darse cuenta de que sólo es cuestión de tiempo antes de que el Infierno se desate en su hasta entonces inexpugnable escondite, ya que los "vivos" no han más que luchar entre ellos mientras los muertos se acumulan fuera de las murallas a ritmo escalonado.
   
 Pero claro, todos los que han visto la imagen que adorna esta reseña (y que conocen la cinta de Romero) saben de sobra cual es el principal atractivo argumental y metafórico de esta película: el zombi más carismático de cuantos existen, y que no es otro que "Bub", la mayor esperanza del doctor Logan, quien está convencido de que un muerto viviente puede ser "reeducado" para enseñarle a convivir con los humanos vivos. El adiestramiento de Bub, así como su desenlace al final de la película, constituye la última y más grande bofetada al desmedido ego del ser humano, incapaz de aprehender la realidad incluso ante el rostro mismo del horror. Un horror que, una vez más, se manifiesta a través de aquello que hace grande al cine de Romero: no se trata, como siempre, del conflicto entre humanos y zombis, sino del conflicto entre los propios humanos que se muestran incapaces de superar aquello que los separa. Cuando se desata el inevitable final, este es exclusivamente culpa de los vivos, y son precisamente sus carnes las que pagan las consecuencias. Esto, por cierto, destaca gracias a los efectos especiales de Tom Savini, quien consigue con El día de los muertos el que probablemente sea su mejor trabajo en el mundo del gore, uno que todavía proyecta una larga sombra más de veinte años después de su estreno.
   
 Por desgracia, el presupuesto de Romero no llegó a cubrir las expectativas de la gran épica zombi que tenía planeada, y varias de las subtramas se quedarían engavetadas hasta el estreno, años después, de La tierra de los muertos (2005). Esta, asimismo, no consiguió despegar comercialmente hablando, aunque como sucede con casi todo el cine de su director, ha desatado un fértil culto con el paso del tiempo, de esos que no mueren.
El Cosmonauta, el inicio de un nuevo método de financiación del cine.

 
 El Cosmonauta, película de ciencia ficción dirigida por Nicolás Alcalá, llega al gran público esta semana. El proyecto, apoyado por 5000 personas, se ha convertido en el primer filme español apoyado gracias al crowdfunding, habiendo batido un auténtico récord de recaudación con los más de 400.000 euros conseguidos. El Cosmonauta ha supuesto una iniciativa totalmente rompedora e innovadora en la industria cinematográfica. La película, con licencia Creative Commons, podía ser apoyada en su momento por tan solo 2 euros, haciendo que los propios usuarios pudieran ser promotores y distribuidores del filme.
 En principio la idea suponía solo rodar un corto, y con ese proyecto en mente, Alcalá y su equipo se lanzaron a la piscina. En otras palabras, comenzaron a pedir dinero a sus amigos, ofreciendo merchandising a cambio. Aquella alocada iniciativa culmina esta semana con la presentación de la película, y su estreno a nivel global el próximo 18 de mayo a las 20:30 h, de manera simultánea en cines, televisión (Canal+) e Internet, además del lanzamiento del DVD.  
Pero en realidad El Cosmonauta es algo más que una película pionera apoyada mediante crowdfunding. El trabajo de Nicolás Alcalá se articula en torno a este filme, pero en realidad este es solo el principio de una verdadera historia en constante evolución. A partir de la propia película, se ha construido un verdadero universo paralelo, con 34 cortometrajes más, un libro escrito por uno de los personajes y hasta una narración difundida en Facebook, para así ampliar la historia narrada. Por tanto, ¿es El Cosmonauta una película? Sí y no. En realidad, el filme se ha de interpretar como una verdadera obra maestra, con un hilo argumental que va creciendo, articulándose a través de sus personajes. No podemos olvidar, además, que la película y su forma de crearla han sabido contar con el beneplácito del público desde antes de su estreno. Su idea ha tratado desde el principio de romper con un modelo tradicional de distribución, el que supone que las películas han de pasar por el sistema de ventanas de exhibición, algo clásico y demandado por las salas de cine.
Por tanto, la apuesta de Nicolas Alcalá era sin duda arriesgada, ya que buscaba contar con "microdistribuidores" por todo el mundo, que ayudaran a promocionar la película. El éxito a la hora de financiar y montar El Cosmonauta ha sido claro, a pesar de que su empresa se antojara utópica en los comienzos. La obra, a partir de ahora, deberá pasar por el filtro del gran público, y entonces comprobaremos si la historia consigue o no enganchar.
De momento, la película que cuenta la historia de ficción del primer cosmonauta ruso, ya está en boca de todos. El tiempo dirá si finalmente este modelo de hacer cine se impone para renovar el trabajo tradicional de la industria cinematográfica.
Review de Malditos Bastardos (2009)
   
Sinopsis:
Un héroe de guerra nazi convertido en estrella de cine (Daniel Brühl) se enamora de la joven dueña de un cine parisino (Melanie Laurent) y convence a Goebbels de que traslade el estreno de su última película al cine de la chica. Toda la cúpula del Tercer Reich (Hitler incluido) van a asistir al acto y la chica, Shossana Dreyfuss, que resulta ser una judio-francesa que consiguió escapar de las manos del terrible coronel Landa (Christoph Waltz), alias cazajudios, años atras, planea su venganza: inciendar el cine con todos los nazis dentro. La misma idea han tenido los mandos aliados, que ponen en marcha la Operación Kino. Esta misión la llevarán a cabo Los Bastardos, un comando de judio-americanos comandados por el teniente Aldo Raine (Brad Pitt), alias el apache, que está causando estragos trás las líneas enemigas y Bridget von Hammersmark (Diane Kruger), la mayor estrella del cine alemán de día y agente doble de noche. Sin embargo, Hans Landa ya no se dedica a perseguir judios sino que es el jefe de seguridad de Gobbels, lo que complica las cosas para los héroes de la historia... ¿o no?  
 Malditos Bastardos es la película más vista que ha hecho nunca Tarantino. Esto se debe a dos causas principales, que a priori, para el espectador casual, puede parecer una peli de guerra (que venden mucho) protagonizada por Brad Pitt (que vende muchísimo). Sin embargo, Malditos Bastardos no es nada de eso sino una tarantinada de tomo y lomo, la mayor desde Pulp Fiction: gente hablando, explosiones de violencia y banda sonora imposible. Si, está ambientada en la Segunda Guerra Mundial (bueno, en la guerra que le hubiera gustado a Tarantino que fuera) y aparece por allí Brad Pitt (los verdaderos protas son Melanie Laurent y Christoph Waltz), pero es totalmente circunstancial.  
 Como siempre los diálogos son fantásticos, la fotografía es impecable, todos los actores dan lo mejor de si mismos, la banda sonora se te queda grabada y el montaje es original... pero Tarantino no se estanca sino que se descubre como un maestro del suspense y la tensión a la altura del mejor Hitchcock con escenas tan angustiosas como el inicio en la granja, la extensísima de la taberna, la de la cenicienta o todo el final en el cine. Además, QT es listo y sabe aliviar las tensiones con algunos puntos de humor realmente divertidos (memorable ese Brad Pitt poniendo el jeto a lo Marlon Brando mientras chapurrea el italiano).

 Una gran película que se hace corta ha pesar de sus dos horas y media de duración, con un personaje, el inefable Hans Landa, que es desde ya un mito del cine y que dan ganas de volver a ver en el mismo momento que pones los pies fuera de la sala.
Review de "El feo, el bueno y el malo"
Cartel de "El Bueno, el feo y el malo" (Sergio Leone, 1966).
 

Érase una vez el Oeste. El Oeste de verdad en toda su crudeza, donde nadie gana, donde sólo pierdes o no pierdes. Es el Oeste del polvo, de las balas, de un mundo sin ley donde las normas provienen de los grandes y malvados hombres y de cuán certero sea con su arma. Este es el Western de Sergio Leone, quien probablemente más se acercó a la rudeza de cuanto alguna vez fue el lejano Oeste norteamericano. Y curiosamente, Sergio Leone no era estadounidense, sino italiano, y rodó sus películas no en las praderas de Texas o California, sino en Almería. Redacto esta review escuchando la maravillosa banda sonora que Ennio Morricone compuso para esta película. Sus acordes y su melodía identifican probablemente a todo el género Western, y cuando uno piensa en cómo suena una película del Oeste, piensa en los acordes que tan magistralmente compuso Morricone para la mayor obra cinematográfica alumbrada en Europa hasta entonces. Dale al play y acompaña, durante tres horas, al bueno, al feo y al malo en un angustioso viaje en busca de un tesoro perdido. Éste es el Western con mayúsculas.
Clint Eastwood, en probablemente su más conocido papel.
 

Clint Eastwood (“el bueno”), Eli Wallach (“el feo”) y Lee Van Cleef (“el malo”) dan una auténtica lección de cine Western. La película alcanza tan altas cotas debido en parte a la acción de tres actores que se sienten y actúan todos como protagonistas principales. Son tres cazadores de recompensas que buscan un tesoro que, por azares del destino, ninguno de ellos puede encontrar sin la ayuda de los otros dos. Así que los tres colaboran entre sí, al menos en apariencia, para hallar las miles de monedas de oro escondidas en un cementerio por los ejércitos Confederados que se están viendo en retirada durante la Guerra de Secesión estadounidense.
Un trío de protagonistas para la historia.
 
 Sergio Leone nos hace moder del polvo desde el prinicpio. Nos pone a prueba con un cine que luego imitaría Tarantino en todas sus películas: de ritmo ceremonioso, lento, de un aura casi religiosa. Escucharemos el tintineo de las espuelas, el ulular del viento del desierto, el raspado áspero de un fósforo. Todo ello, como decíamos, acompañado de una de las más maravillosas bandas sonoras jamás compuestas para el cine. Ennio Morricone es un auténtico genio y su música nos hace levitar haciéndonos partícipes de la tremenda importancia que tienen los códigos extra-cinematográficos, habitualmente ninguneados ante la hegemonía de la imagen. La banda sonora de esta película es tan genuina y magistral que hace de los planos con los que se funde una experiencia cinematográfica sin igual.
 En definitiva, es un auténtico espectáculo visual y sonoro. Una conjunción magistral entre los clásicos arquetipos del Western y la genialidad, casi surrealista, de Leone. Esta película está en el Olimpo del cine y su visionado es absolutamente obligatorio, aun si no eres aficionado al Western. En todas las listas de las mejores películas de la historia, siempre está "el bueno, el feo y el malo".